martes, 30 de septiembre de 2008

VISTAS DE MADRID DESDE EL Centro

Desde 1561 Madrid se configuró como el principal centro proveedor de servicios de la Península. Rasgo definitorio de la evolución económica y social desde entonces de la historia de Madrid. Las complejas interacciones entre la Corte y la ciudad se manifestaron desde un principio. La capital imperial fijó en la villa el aparato político, burocrático y cortesano del imperio hispánico. La Corte transformó la ciudad en el principal centro de servicios políticos y burocráticos. La instalación de los cargos cortesanos alteró radicalmente la economía y la fisionomía de la villa. El aparato burocrático de la monarquía y la irresistible atracción ejercida por la Corte sobre la nobleza, como centro del poder político y social en función de la proximidad al monarca, responsable último del reparto de cargos y prebendas, condujó hacia Madrid a la aristocracia. La Corte determinó la configuración y desarrollo histórico del entramado social y económico de la ciudad. La economía de la ciudad basculó de forma definitiva hacia la provisión de servicios a la sociedad cortesana. Empleados al servicio de la monarquía, la nobleza y el clero junto con el artesanado y el comercio caracterizaron el perfil socioprofesional de la población madrileña. Otro tanto sucedió con la economía de la ciudad, una economía volcada hacia el sector servicios característico de las capitales cortesanas preindustriales. La comparación de Madrid y Barcelona al final del Antiguo Régimen es reveladora de esta realidad. En 1787 el empleo público y el componente hidalgo absorbían el 28,3 por ciento de la población activa madrileña, mientras que sólo alcanzaba al 3,39 por ciento en Barcelona. Por el contrario, artesanos-fabricantes y jornaleros representaban el 46,8 por ciento en Barcelona frente al 31,7 por ciento de Madrid. Unos datos que conviene matizar dadas las diferentes realidades económico-sociales que se esconden tras dicha clasificación. En Barcelona, la denominación artesano-fabricante encubría el primer despegue manufacturero catalán, mientras en Madrid predominaba el artesanado tradicional, muy lejano todavía del moderno mundo industrial, que enfocaba su producción hacia la demanda de la elite madrileña, en su doble vertiente cortesana y capitalina.

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